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May 3, 2012

La Evolución de un Yogui. ~ Karla McNeil {Artículo en Español e Inglés}

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Photo by https://www.facebook.com/rhanieldeguzmanlao.

Cuando empezamos nuestra práctica de yoga creemos que tenemos que ser más “yoguis.” Compramos los pantalones, las camisas, las alfombras y todos los accesorios que nuestra mente identifica con el ser un yogui.

Decimos “no” a los tamales de la abuela, el queso del vecino parece inmundo y la azúcar en la limonada se convierte en algo inaceptable.

Tratamos de redefinirnos como individuos y aunque ciertos cambios son necesarios y a la vez son productos de la práctica, a veces nos olvidamos de que yoga es un medio por el cual podemos llegar a conocernos a nosotros mismos, a conocer nuestra manera de pensar, hablar, actuar y hasta de caminar. Yoga enfoca nuestras individualidades y al hacerlo nos conecta a la gran malla que esparce la vida en el universo.

A medida la práctica se va desarrollando empezamos a enamorarnos de nuestra respiración, a disfrutar nuestra presencia y a convertirnos en nuestros propios amigos. A medida este proceso ocurre empezamos a desarrollar un dulce amor hacia todo lo que respire, a disfrutar la presencia de otros y poco a poco empezamos a abrazar quien realmente somos como seres humanos y cuando nos aceptamos con todas nuestras perfectas imperfecciones, podemos no solo tolerar pero aceptar profundamente a los que nos rodean.

Photo by Yelsy Charlin.

Yoga desnuda la pasión que corre por nuestras venas y a la vez nos enseña a controlar de manera inteligente y consciente nuestra energía y como esta afecta los limites personales del prójimo.

Yoga nos hace sentir en nuestro cuerpo el espíritu latino que nos conecta con los demás, y que nos hace reconocer que somos parte  de la red de Indra. Este espíritu que vive y se expresa a través del ritmo en nuestro andar, el romance de nuestra lengua, y la humildad de nuestro corazón.

No podemos ocultar que venimos de una tierra donde el sol calienta y la lluvia estremece, donde las montañas reflejan nuestro espíritu salvaje y donde las playas nos invitan con su ritmo a unirnos en esta danza de la vida con la muerte y de como la efervescencia de nuestra cultura embriaga a los que nos rodean.

Nuestra práctica se convierte en una expresión de lo que sentimos y pensamos en determinado momento. Y sí somos productos de nuestras experiencias, de los caminos que nuestros pies han pisado, los cuerpos que hemos tocado, los espíritus que nos han guiado y de cada ser viviente a quien hemos amado. Vivamos cada momento a su máxima expresión, saboreemos cada palabra , aprendamos a tocar con nuestros ojos y a sentir los sonidos con nuestra piel y despacio olfateemos la penetrante y dulce fragancia de cada respiro.

Photo by https://www.facebook.com/rhanieldeguzmanlao.

Y trasmitamos esta práctica, que no respeta fronteras o idiomas, a la gente de nuestra tierra, a los ancianos que nos enseñaron que todo pasa en esta vida, que no hay mal que dure 100 años. Trasmitamos la práctica a los hombres y mujeres que se despiertan cada día esperando por un día mejor, a los jóvenes que con sus fuerzas y energía nos inspiran a seguir soñando y a los niños que con sus sonrisas y inocencia nos hacen recordar  el lugar de donde venimos.

Seamos los yogis que disfrutan los tamales de la abuela, que suspiran con la aroma del café y que se rinden al sabor del chocolate, los que nos detenemos a saludar al vecino y los que movemos las caderas al sonar de la guitar y el tambor. Y  sobre todo sintamos la parte más cruda y tierna de nuestro corazón, la que nos mueve a crear una intima relación con el dolor humano, y nos convierte en un ser compasivo y disponible en todo momento a aliviar el sufrimiento de otros y a amar a los demás como a nosotros mismos.

Impulsemos el espíritu humano en una búsqueda indefinida por el lugar donde nuestra alma y nuestro ser residen, iniciemos esta aventura sintiéndonos orgullosos de la sangre de nuestras venas producto de nuestros antepasados y encontremos el lugar donde el silencio habla, las fronteras desaparecen y donde ¡todos somos uno!

Karla Mcneil es una practicante de yoga, ingeniera, y escritora. Ella nació y creció en Honduras y desde temprana edad demostró gran pasión por las matemáticas, espiritualidad y justicia social. Estudió Ashtanga yoga con Richard Freeman y imparte clases de yoga en el norte de California, donde disfruta leer, tomar el sol y cazar mariquitas con sus hijos.

 

 

 


~Editora: Jeannie Page

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