Lo que necesariamente aprendí es que opuesto a lo que predican las múltiples y rotundamente erróneas leyendas populares y mitos urbanos, el amor no es un recurso en escasez.

Al contrario, sería un tremendo desafío intentar cuantificar la gigantesca cantidad de personas alrededor del mundo que mantienen como más profundo anhelo el amar y ser amados. Dolorosamente ignorando que ellos son amor.

Aprendí que el verdadero amor nunca nace del vacío, de la necesidad o de la soledad.
Tampoco nace de la desesperación ni del aferramiento. El verdadero amor no se puede forjar ni mantener en un ambiente de tensión, presión o encarcelamiento.

El verdadero amor nace del libre albedrío y la decisión consciente que este permite, de amar y ser amado.
Y crece solamente cuando este deseo inicial es mantenido. Responde sólo a si mismo. Escapa en presencia del miedo.

El verdadero amor no tiene ataduras ni condiciones porque estas emanan del miedo.
El miedo y el verdadero amor no pueden coexistir.

El verdadero amor no reside en la persona en quien se proyecta.
Reside en uno mismo y se convierte en una experiencia transpersonal sólo como consecuencia de la decisión consciente de expresarlo y de recibir su expresión libremente.

El verdadero amor no es una persona o una relación.
El verdadero amor es la decisión de existir en la mas profunda, pura y ligera esencia de nuestro ser.

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Apprentice Editor:  Yaisa Nio / Editor: Catherine Monkman

Photo: Flickr / Sean McGrath