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September 10, 2011

Un Momento en la Cima de la Montaña

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Hoy llegué a disfrutar de muchos momentos del amor: la felicidad, la armonía y la paz, pura y absoluta. Me sentí hoy que era el amor, y una alegría impregnaba mi cuerpo y mi alma de una manera que me hizo sentir como si yo era uno con el universo entero. Podía sentir la creación dentro de mí … una nueva vida en el Universo creado en y alrededor de mi.

Medité esta mañana antes del amanecer, tumbado en la cama absorbando todo lo que estaba alrededor y en mí. Me sentía ligero y completamente satisfecho con el momento en que me había … y luego el siguiente … y luego el siguiente. Cada momento me pasó como las nubes en un día brisa de primavera. Los tomé y los dejé ir. Me encantó cada uno de ellos y no los eché de menos mientras desaparecieron hasta lo que permitaba que sean.

Es de tanta alegría que yo pueda ver la experiencia de mi vida que me llevó a la cima de esta montaña de la felicidad. A esas alturas, puedo mirar a mi alrededor y estudio todo lo que había sin necesidad de revivir esos momentos. Este lugar le permite reflejar sin llegar a la reflexión, sin que se sienta la sensación, sin ver el apego y la creación de lo que se ve como lo que es.

Desde este punto de vista, yo podía ver la tormenta que se avecina. Podía oír los gritos, las bofetadas, el cruel “Lo he hecho porque te amo.” Podía escuchar a un niño llorando para que termine el dolor. Podía ver un alma solitaria, abatida tratando de ser aceptado. Podía ver a una madre golpeando a su hijo en la sumisión. Yo podía oír las oraciones que rogaba a que termine todo.

Podía ver a un adolescente preguntando si podía detener la tormenta que se desencadenó en su mente. Podía sentir su tormento en las contusiones y verdugones que formaban en su cuerpo. Podía sentir la agonía de la sensación de aislamiento y el sentimiento interminable de desprecio que él sentía que los otros tenían por él. Podía verlo en sus rodillas pidiendo a Dios que “Permite que este cáliz pase por mí.”, sólo para que se haga su voluntad. Podía ver la mirada de sus ojos mientras golpeó con cuero, mano, puño, o cualquier otro objeto que pudiera hacer el trabajo.

Podía ver la violencia invade su alma, cerrando por completo el niño alguna vez cariñoso y amable mientras él se convirtió en un hombre violento y enojado. Podía ver el daño que dejó en su estela, la sangre, el dolor, el miedo y el enojo. El río de la ira nunca dejó en la mente de este hombre, que fluía libremente y con frecuencia inundado su cuerpo con la satisfacción de haber compartido este dolor con otro en las maneras más violentas y enojadas.

También podía ver las lágrimas formando en los ojos de los que este hombre amó. El necesitaba el control. Tenía una sed de poder. Tenía miedo de todo. Yo podía oír los sollozos de los que querían desesperadamente amarlo. Lo podía ver abusando de su deseo por él, tomándolos en las profundidades de la pasión y luego tirandolos a la basura una vez que la ola se había calmado. Ellos lo necesitan, pero nunca se los necesitaba.

Podía ver todo esto desde mi cumbre. Una sonrisa salió de mis labios, mientras las lágrimas corrían por mi cara. En este momento de reflexión que podía verlo todo, y todo se me podía ver. El chico me miró, y sonrió también. “Voy a soportar todo esto para ti.”, me dijo. “Voy a sufrir para que puedas vivir. Voy a llevar el peso de todo esto porque te amo. Perdónalos porque no saben lo que hacen.”

Me di cuenta de que el joven me miraba. “Voy a aguantar todo esto para ti.”, me dijo. “Voy a sufrir, a pesar de mí mismo, y ver tanto dolor en los ojos de aquellos a quienes amo, para que siempre se acordará de mí. Voy a llevar el peso de todo lo que es porque tengo fe en ti. Por favor, perdóname, porque yo no sé lo que hago.”

Yo quería desesperadamente a abrazarlos y decirles que estaría bien. “No se preocupen”, grité, “el tiempo va a cambiar el mundo y serán amado y van a amar!” Pero se habían desaparecidos, perdidos en el momento como si las nubes en un día brisa de primavera. Sin embargo, yo sabía que sabían, porque yo vivía en ellos y ellos, a su vez, vivían en mí. La mano que ya acaricia en el amor una vez hizo pedazos en enojo. Los labios que dicen la verdad clara del amor hablaron una vez las mentiras distorsionadas del miedo. La espalda que una vez tenía las cicatrices de un alma perdida ahora apoya los abrazos de amor y paz. Los brazos que una vez rechazaron a todo, hoy en día abrazan a todo.

En mi mente veo a ese muchacho y le doy las gracias. Él llevó el peor de los demás para que yo sea. Él sufrió para que yo lo sepa ahora mismo. No era frágil o débil, fue mi mejor maestro y mi mejor amigo. Yo lo amo y él me ama, por primera vez amamos a nosotros mismos. Sí, muchacho, yo les he perdonado.

Veo a ese hombre y le doy las gracias. Él creó la peor de sí mismo por los demás y vivió con lo peor de sí mismo para que yo pueda ver. Él sabía estas cosas para que yo pudiera experimentar lo que es que no lo soy. Tomó los golpes y les dio las palizas para que las cicatrices puedan recordarme de él. Veo esas cicatrices cada vez que miro en el espejo, y sonrío. Yo le amo, y lo perdono, porque yo no puedo ser yo sin él.

Así que hoy estoy en la cumbre, disfrutando de las vistas desde la cima de la montaña. Tuve que subir para llegar hasta aquí, y ahora me doy cuenta de que no estoy terminado. Mi camino se dirige en una dirección que aún no puedo ver. Eso no es importante, sin embargo, porque ahora estoy aquí, y yo soy el Amor.

 

Gracias a mi querida amiga Jeannie Page para la traducción.

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